EL FUTURO
POST-PANDEMIA. Parte 1.
La mayor
riqueza es la mente satisfecha.
Hace años,
al salir del trabajo, todas las tardes, pasaba por la panadería y compraba 2 panes “Campesinos”
y un refresco de dos litros. Dizque,
para no cenar “pesado”. Cuando la cosa se puso difícil dejé de comprar refresco,
y entonces, milagrosamente me curé del reflujo que sufrí por muchos años. Me
hice todos los estudios posibles y tomé todos los tratamientos y no me curaba.
Eso sí, jamás le hice caso al médico cuando me prohibió tomar refresco. La crisis
hizo desaparecer una enfermedad que me acompañó por mucho tiempo. Y en verdad
les confieso, no me imaginaba la vida sin refresco.
Lo mismo
pasó con el cigarrillo y el alcohol. Luego de muchos años de noche, guitarra,
milonga, cigarro y alcohol. No me imaginaba que pudiera existir otra vida que
no incluyera un buen trago acompañado de un buen cigarro. Incluso veía a mis
amigos no fumadores y pensaba que sus vidas serían muy insípidas sin esas “delicias”
que yo ostentaba. Hace ya diez años dejé
de fumar y de beber, y descubrí que
había una vida detrás de esa vida del alcohol. Otra vez todo estaba en mi
cabeza.
Así, todos hemos
ido dejando de hacer cosas o de comprar cosas que no nos hubiéramos imaginado
que pudiéramos vivir sin ellas. Una vez leí una frase del Buda: “La mayor
riqueza es la mente satisfecha”, y eso fue una revelación. Me di cuenta cómo la
sociedad nos entrena para querer siempre más. A ese “querer siempre más” El
Buda lo llamaba: “La mente de la pobreza” Vs. “La mente de la riqueza” que es
la mente satisfecha, y eso es
absolutamente cierto. Vi la publicidad de un Banco que decía: ¿Por
qué conformarse con uno si puede tener más? La mente insatisfecha no solamente
deforma nuestros patrones de consumo sino también nuestra personalidad y nuestra
psique. Desde niños se nos conmina a acumular. Pero esto ocurre a todo nivel y
en dimensiones insospechadas. Por ejemplo a los hombres se nos entrena a tener
varias mujeres para que seamos verdaderamente “Hombres”, no podemos
conformarnos con una sola mujer, eso no es “Cool”. Entonces tenemos que tener
dos carros, tres celulares, 20 camisas, tres mujeres, y mucho, mucho, mucho
dinero. Y siempre queremos más, y esa fiebre de querer no se sacia nunca. Por
ejemplo, si tenemos dos mujeres, entonces queremos tres, y miramos de reojo a
la secretaria. El Buda decía que la mente de la pobreza es como el sediento que
toma agua salada; siempre tiene sed. Entonces descubrí “La mente satisfecha”. Estos
nuevos tiempos en donde ya no consumimos como antes nos han dado la maravillosa
oportunidad de conocer la mente satisfecha. Se trata de prestar toda la atención
posible a lo que estamos viviendo en la realidad y de dejar de dejarnos llevar por
lo que CREEMOS (en nuestra mente) que
nos hace falta. Benedetti escribía: “Si conociéramos con tanta claridad lo que
tenemos como conocemos lo que nos falta”, y Píndaro: “Alma no trates de ser
inmortal, conténtate con tratar de agotar cada segundo”. Y es que la sociedad de
consumo ha horadado nuestras almas hasta hacernos creer que necesitamos siempre
más y nos ha convertido en “Espíritus hambrientos”, que nunca pueden saciar su
necesidad. La sociedad de consumo nos entrena a creer que siempre necesitamos más,
y eso establece una muy mala relación del Ser Humano con los recursos limitados
del planeta. En realidad no necesitamos un carro nuevo todos los años, ni un
celular nuevo cada seis meses, ni una novia nueva cada tres meses.
Cuando ponemos
toda nuestra energía y atención a lo que tenemos en la realidad, aquí y ahora,
e ignoramos nuestra mente insatisfecha
que continuamente nos lleva hacia lo que
“deberíamos” tener, entonces se nos abre un horizonte infinito y maravilloso de
experiencias que podemos vivir en vivo y directo. Experiencias que podemos
degustar de verdad, verdad, en forma plena y profunda.
Les voy a
contar una experiencia personal: Toda la vida tomé café, y reconozco que tomaba
más azúcar que café. Un día no había azúcar en casa y bueno… me tomé el café
sin azúcar. Me dispuse a hacerlo sin ideas preconcebidas, sin pensar en cómo “debería”
ser el café o en lo penoso que era no tener azúcar. Simplemente traté de degustar aquella bebida como si fuese la
primera vez que la tomaba, (y en verdad era la primera vez que la tomaba), y pude
descubrir lo delicioso que es un café sin azúcar. De ahora en adelante cada vez
que puedo disfrutar una nueva experiencia me siento maravillosamente bien a la
vez que me siento un vencedor de mi mismo.
Los tiempos
por venir nos exigen que tengamos una relación más sana con la naturaleza. Nos exige
que seamos menos depredadores de nuestro medio y mucho más ecológicos. Entre las
muchas enseñanzas que nos está dejando esta pandemia es que podemos vivir sin
consumir de un modo que no resulte una devastación de los recursos naturales. Que
podemos aprender a vivir con lo que tenemos en la realidad aquí y ahora y no
viviendo en lo que creemos que deberíamos tener. Otra vez la vida nos está
enseñando que la mayor riqueza es la mente satisfecha.
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