lunes, 19 de abril de 2021

APUNTES PARA EL ESTUDIO DEL PSICO-COVID 3 Parte. El miedo a la muerte.

 

Apuntes para el estudio del Psico-Covid 3

El miedo a la muerte

 

Por Roger Garcés

Psicólogo

@psicogarces

 

Siguiendo con el esquema de trabajo que Zitarrosa nos dio, nos toca averiguar acerca del Miedo. Es mi opinión que el temor a la muerte tiene varios determinantes:

 

Cultura Mortífoba.

Desde niños se nos asusta con la muerte y hasta se la representa con un esqueleto que con túnica y guadaña nos busca de forma implacable. Esta representación nos viene de los pintores y grabadores de la España del siglo XV. Debemos recordar que para aquel momento Europa aún no se recuperaba de la “peste negra” ni las miles de guerras espantosas que tuvieron lugar en el viejo continente. Para los pintores españoles medievales verdaderamente la muerte era cosa de temer, y  su miedo nos los han legado en grabados que a la postre son la representación simbólica que tenemos de la muerte.




Sin embargo, otras culturas no participaban del mismo miedo; los vikingos tenían a las Walkirias, que eran doce divinidades femeninas que escogían a los que caían en batalla. Para los vikingos era un honor morir en batalla pues, y solo de esa forma, tenían acceso al Valhala, que era el lugar de los dioses en donde los guerreros se divertían comiendo, bebiendo hidromie. Roberto Marrero, gran conocedor de la cultura pemona y guía turístico en la Gran Sabana, en una de sus charlas refirió que el tepuy conocido como Kukenan debe su nombre a una palabra pemona que significa “Quiero morir”  y es que los guerreros pemones que no morían en batalla subían a las escarpadas paredes del tepuy para lanzarse desde gran altura En todo caso vemos que, al parecer, el miedo a la muerte y la cultura mortífoba nos viene de España porque los vikingos y los pemones no compartían el mismo miedo.







     El miedo a la muerte también es reforzado por la industria del entretenimiento, vemos como Hollywood ha tenido una gran veta de oro al explotar ese miedo durante más de cien años con películas de horror que asocian la muerte con espantos diabólicos y horribles personajes que golpean nuestra psique por lo oprobioso de dicha representación.

     Entonces, resumiendo tenemos que el miedo a la muerte tiene una raíz sociocultural. Es decir: ALGUIEN NOS ENTRENÓ PARA TEMER A LA MUERTE.

 

Desconocimiento e incertidumbre.

Amén de ese entrenamiento, el miedo a la muerte se alimenta de la incertidumbre, de no saber qué hay más allá cuando se acaba la vida. Mucho de esta incertidumbre tiene que ver con no saber qué es la vida misma.

Lama Jimpa refiere que “La muerte es la vida misma interrumpiéndose a sí misma”. De lo que se desprende que en realidad la muerte no existe y que lo que llamamos muerte sigue formando parte del proceso de la vida.  Todos los abordajes místicos, espirituales, y gran parte de la filosofía clásica coparte la idea de que la vida no se acaba con la muerte. Las tesis de la reencarnación, la resurrección de la carne, la transmigración de las almas y el reencontrarse con el origen como las ideas de platón así lo verifican.

La muerte no es una anomalía sino un proceso correlativo a la vida. Si la muerte fuera algo externo, anómalo y  disociado de la vida, vida y muerte pudieran coexistir y sabemos que esto no es posible. De manera que la muerte FORMA PARTE DEL PROCESO DE LA VIDA.

Por otra parte, he visto en el miedo a la muerte mucho de miedo a la vida. He asistido a pacientes que tienen mucho miedo a la muerte y se eximen de hacer muchas cosas porque “Se pueden morir”. Por ejemplo, no vuelan en aviones, porque éstos se pueden caer; No nadan porque se pueden ahogar; No salen a fiestas porque los pueden atracar; no comen sino comida nutritiva porque ni no lo hacen se pueden enfermar y morir.




En fin, sus vidas son puro no, no, no, no, y una larga lista de no. Cuando se explora porque no hacen todas las cosas que evitan en la vida, la razón profunda es que en realidad éstas cosas le dan miedo, y cuando no las hacen le ponen la etiqueta del miedo a la muerte cuando en realidad es miedo a la vida.

 

O sea, que en la ensalada del miedo a la muerte encontramos los siguientes ingredientes:

Desconocimiento acerca de lo que es la muerte.

Desconocimiento acerca de lo que es la vida.

Entrenamiento de temer a la muerte que alimenta una gran industria de cine y entretenimiento.

Miedo a la vida.

 

Y AHORA EL COVID

 

Con todas estas taras y limitaciones con relación a la muerte nos cae encima el Covid y nos despierta los más ancestrales miedos que nos han infundido desde los pintores medievales, la ignorancia, la incertidumbre y Hollywood.

Con el Covid se activan todos los miedos ancestrales y personales, de manera que vemos en cada persona a un posible peligro, y las ideas que nos vienen  a la cabeza son cada vez más escalofriantes. Con el miedo a la muerte por Covid se nos desborda la “Loca de la casa” (la imaginación) y nos pone a pensar en cosas que nos atormentan y nos aturden. Y entonces uno se pregunta ¿Cómo es posible que tengamos tanto miedo a la muerte si es lo más seguro que tenemos?

La respuesta a esta pregunta supera  los límites de este escrito y se adentra en las explicaciones del control político de las sociedades por medio del miedo.

Pues bien, si esta pandemia nos va a ayudar a superar el miedo a la muerte y darnos cuenta por fin de que la muerte no existe, pues bienvenida sea la pandemia.

 

Se cuenta que en los tiempos del Buda a una mujer se le había muerto su pequeño hijo. Entonces le pidió al Buda que se lo reviviera, y el Buda le dijo que él se lo iba a revivir, pero primero tenía que conseguirle algunos ingredientes para la pócima, le pidió solo unos granos de mostaza, pero le advirtió a la mujer que solo sirve para la fórmula la mostaza de una familia a la que no le haya muerto nadie. La mujer le dijo al Buda: “Maestro comprendo la ayuda que me has dado. Me has hecho ver que la muerte la tenemos al lado, y aunque me revivas a mi hijo se va a volver a morir, enséñame mejor aquello que no muere”.




 

Así, sí reconocemos a la muerte como un proceso natural que forma parte de la vida misma, y además podemos acceder a conocimientos trascendentales, la ganancia es inconmensurable.  Tenemos entonces con esta pandemia una oportunidad  de oro para conocer las enseñanzas y reconocer en nuestras almas “Aquello que no muere”.

 

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