Apuntes para
el estudio del PSICO-COVID 2
La soledad
Por Dr. Roger
Garcés
Psicólogo
@psicogarces
La serie de escritos que iniciamos
con respecto al Psico-Covid se refiere a los aspectos psicológicos relacionados
con este virus. En ningún momento estamos diciendo que el Covid es una
enfermedad inventada o irreal. No, no confundamos las cosas. El Covid es una
realidad y como tal tenemos que abordarla.
Es en esta dirección que escribimos
estos textos.
En un primer escrito abordamos el
tema del Miedo y la Ansiedad. En este segundo escrito vamos a tratar de
entender cómo afecta la Soledad y el Silencio en esta pandemia.
El definitivamente poeta, Alfredo
Zitarrosa había escrito:
“La soledad son cuatro mundos; el de la mentira, el de la vergüenza, el
del miedo y el de la soledad”.
Creo que esta bella imagen poética
nos puede servir como esquema de trabajo, y vamos a pasearnos por los “mundos”
de la soledad.
El mundo de la mentira.
La mentira del Covid se trata del 2do
tipo de mentiras que señalaba Borges, y se refiere a callar la verdad. Cantaba
el gaucho Martín Fierro
“El que calla una verdad, miente sin abrir la boca”. Así las mentiras que arrastra la
soledad son verdades silenciadas. No nos atrevemos a hablar de nuestros miedos, de nuestras inseguridades;
ni siquiera se nos ocurre hablar de la muerte, cosa que en algún momento sucederá, tal vez no hoy ni mañana, pero
sucederá. Así, nos sumergimos en nuestro dolor y actuamos como si no
existiera. A esto se le llama el “Dolor
Negado”; es decir cuando negamos toda
preocupación a los demás y la enterramos en las profundidades de nuestra alma.
Se dice que “La enfermedad nos hace honestos”. Cuando estamos sanos, alguien
nos pregunta ¿Cómo estás? E inmediatamente y sin pensarlos contestamos;
Bien. Y en realidad esa respuesta no es honesta. De cierto que la mayoría de las veces no estamos bien o estamos molestos, o tristes, o incómodos, etc,
pero “Bien”, muy pocas veces. Pero con la enfermedad no podemos mentir. La
enfermedad nos hace honestos. Cuando tenemos 39 de fiebre y alguien nos
pregunta ¿Cómo estás? Le respondemos honestamente: “Me siento terrible”.
Entonces, la honestidad ocurre cuando tenemos la enfermedad, pero
cuando estamos sanos nos callamos el sinfín de preocupaciones y angustias que a
cada segundo pasan por nuestra mente.
Pienso que antes y durante el proceso
del Covid, las personas deben contarse lo que les preocupa y deben hablar todas
las angustias que anidan en su alma. Probablemente las preocupaciones suyas
sean las mismas que la de la persona que tiene al lado. Esto es lo que el Buda
llamaba “Pisar el mismo terreno”
Ante el mundo de la mentira, les
dejamos la primera recomendación:
Hable y comunique sus angustias con
las personas que tiene al lado, probablemente esta persona tenga las mismas preocupaciones. Si no se hablan
cada uno se condena a un silencio que ahoga. Si por el contrario se comunican,
se acercan las almas por el vínculo del amor y eso los puede hacer más fuertes. Sucede como con los dos niños de 6 y 7 años que duermen juntos y uno
despierta al otro para que lo acompañe al baño en la madrugada porque tiene
ganas de orinar y le da miedo ir solo. Al otro también le da miedo ir, primero
lo duda pero al fin se deciden, y van
rapidito tomados de la mano al baño. Luego vuelven y se acuestan como
quien evade una tormenta. ¿Alguno de los
dos fue valiente? No. Simplemente juntaron sus miedos y justamente eso los hizo
enfrentar el miedo.
De tal manera que cuando comunicamos
nuestros miedos nos hacemos más fuertes,
vencemos la incomunicación y nos hacemos
honestos. Al mismo tiempo nos incorporamos en el vínculo, o lo que es lo mismo,
en la comunicación y el amor. Ya no estamos aislados con nuestra preocupación,
sino que la angustia puede ser un lazo que nos una con el otro, que tal vez (y
es lo que siempre sucede) tiene la misma angustia que nosotros. Parafraseando
al Buda, cuando hablamos de nuestras angustias estamos pisando el mismo terreno
que el otro.
Shakespeare escribía: “Que se te critique cuando callas, jamás por
haber hablado” y el poeta uruguayo Romildo Risso cantaba: “Le tengo rabia al silencio por lo mucho que
perdí, que no se quede callado quien quiera vivir feliz”.
Tal vez esta pandemia nos ha venido a
enseñar que tenemos que hablar para establecer conexión con el otro. Esa
conseja con la que nos han criado de que “Para qué voy a hablar de mis
problemas, si ya cada quien tiene con los suyos” no es cierta. Esa otra conseja
de: “Es que ella tiene que saber qué es lo que me pasa” tampoco es verdad. Ella
no tiene visión de Rayos X como Superman, ni lee las mentes para saber qué le pasa si Ud. no lo habla.
Cuando contactamos con nuestra
vulnerabilidad estamos ante las puertas del amor. Recuerde simplemente su niñez, cuando era
absolutamente vulnerable, ahí Ud. despertó el más claro sentimiento de amor.
Por eso no trate de proyectar una imagen de dureza en estos tiempos. He
escuchado a madres decir: “Es que no puedo desmoronarme ante mis hijos”. Pues
bien, si Ud. llora ante sus hijos, ellos
van a crecer sabiendo que el dolor es una realidad y que hay que sanarlo; Por
otra parte los niños no van a crecer
creyendo que el dolor hay que ocultarlo y por tanto nunca podrán sanarlo.
Pues bien, mírelo desde otro punto de
vista, tarde o temprano hemos de vencer esta pandemia porque como enseñaba el
Buda: “Todo pasa”, “Todo es impermanente”.
Más temprano que tarde hemos de retomar el abrazo y el cálido beso en la
mejilla. Pero primero debemos entrenarnos en la Honestidad y comunicarnos con
el otro para establecer el vínculo y vivir al amparo del amor.
Y qué bueno es que empecemos desde ya
a entrenarnos en amar. Recordemos a Martí: “Lo
que no está hecho, por hacerse está”, y ¿Qué tal si empezamos por salir de
nuestro caparazón y comenzar a hablar con las personas que amamos?
Gracias por compartir
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